29 Apr
29Apr

Los días más hermosos fueron cuando Betito me dijo mamá por primera vez, cuando empezó el preescolar, cuando debutó en la Primera de Patronato, cuando hizo su primer gol… Tenía 16 añitos, nada más. Yo mucho de fútbol no entiendo, de eso se encarga el padre, pero es un goleador espectacular. Y ni le digo lo que es cómo hijo: nunca una mala nota, nunca un comentario en el barrio. Es un señorito. Pero déjeme decirle que el día más maravilloso que tuve en estos últimos tiempos fue el domingo pasado, cuando salí fotografiada en los diarios al lado de Betito. En la tapa de todos los diarios, estuve. La habrá visto, me imagino.

No le voy a mentir; para mí fue una locura cuando lo compraron en Boca, el año pasado. Era de imaginar que algún club grande lo iba a comprar, pero justo Boca, el cuadro de mi marido. ¡Qué emoción! Lo único que dijo mi marido fue que se lamentaba que hayan vendido al número cinco que, según él, tenía una personalidad de novela; y que era una lástima que al nene le tocara jugar al lado de un tal Gresamino o algo así, porque decía que era un blandito y que no lo iba a cuidar a nuestro Beto de las patadas de los rivales. Sin temperamento; eso es lo que decía mi marido. Que ese Gresamino no tenía temperamento.  

No vaya a pensar que exagero, por favor. Se lo puede preguntar a cualquier vecino. Siempre fue un chico correctísimo y muy amable. No es porque sea mi hijo, pero nunca me dio un solo dolor de cabeza. Y en la escuela si no llegó a ser abanderado, fue porque le tenían envidia. Ya se lo veía venir que iba a ser bueno con esto de la pelota  porque lo querían tres clubes de Entre Ríos y uno de Buenos Aires, pero el padre se puso firme, como buen padre que es. Primero estudia y después juega. Por eso Betito no se vino de chiquito a Buenos Aires y se quedó jugando en Patronato. Y él le hizo caso. Todas las tardes llegaba de la escuela, tomaba la leche y se ponía a hacer la tarea. Qué barbaridad esa pobre gente que no le puede comprar la leche a los hijos. Yo no entiendo cómo puede ser que nadie se preocupe, porque la leche es buenísima para los chicos. El Betito todos los días tomaba dos tazas de leche. Y así creció fuerte y sanito.

Ni hacía falta mandarlo a hacer la tarea. Solito iba y se encerraba en su habitación y no salía hasta que no terminaba de hacer todo. Recién después, se iba a jugar con los amiguitos. Y cuando empezó a ser adolescente era igual de cumplidor. ¿Vio que a esa edad los chicos se ponen reacios? Betito no. Se lo puedo asegurar por la luz que me alumbra. Y eso que en casa nadie lo retaba, nadie le levantó la mano ni una sola vez, no había necesidad de decirle lo que tenía que hacer.

Ni cuando debutó en la Primera de Patronato se le subieron los humos; y eso que era un chico todavía. Igual, le costó, eh. Tardó como siete partidos para hacer su primer gol, pero una vez que lo hizo, no paró más. Todos los santos domingos volvía a casa con un gol hecho. A veces no hacía ninguno, pero casi siempre hacía un golcito aunque sea.   

¿Qué le estaba diciendo? Ah, sí, lo de la foto con Betito. Fue gracias a ese compañero Gresamino, porque si no hubiese sido por él, yo no salía en esa foto. Es la única foto que tenemos juntos adentro de la cancha y este partido era el último que jugaba ¿le dije que se retiró? Ya no va a jugar más el Betito. Yo le digo así por el amor de madre, pero ya tiene casi 36 años. El mes que viene los cumple, el once, y le vamos a hacer una fiesta tremenda, con asado y todo.

Cómo pasa el tiempo… me acuerdo cuando salió campeón la primera vez. Todo Entre Ríos hablaba de sus goles. No había cumplido los veinte años y ya era una estrella en el pueblo. Todo el mundo lo conocía y lo saludaba y él siempre tan respetuoso firmaba autógrafos y se sacaba fotos con la gente.

A veces me fastidiaba un poco que lo molestaran tanto de las radios y de la tele. Todo el día tenía varios periodistas encima. No lo dejaban ni comer. Y él siempre me decía: “Mamá, usted no se meta. Deje que me arreglo solo”. Y se arreglaba solo, mi ángel. Yo nunca lo sobreprotegí. Y eso que tantas veces vi como lo maltrataban los rivales, como lo agredían los hinchas de otros clubes, como lo acosaban los periodistas. Lo eduqué para que sepa manejarse solo en la vida.

No sabe lo que lloré se fue a jugar a Ecuador. ¡Ay, que angustia, Dios mío! El padre le dijo que fuera, que ya era un hombre y que iba a triunfar. Y yo me encerraba a llorar para que no me vieran. Rezaba para que lo comprara algún equipo de acá y tenerlo cerca más tiempo, pero no hubo caso y se fue dos años a Ecuador y salió campeón una vez y fue el goleador histórico del campeonato. Lo aman, los ecuatorianos. Lo nombraron jugador ilustre y hasta le ofrecieron hacerse ecuatoriano para jugar en la selección de ellos, pero Betito les dijo que no, que quería jugar en la selección argentina. Lástima que no lo llamaron nunca. Es que acá no se valora nada. Si no se sale en la tele haciendo escándalo, a los que se lo merecen no les dan pelota.

Para mí lo más terrible de que haya estado lejos era tener que viajar en avión. Me volvía loca. Es algo que me supera y no me puedo controlar. Mire si lo extrañaba que me acostaba a dormir la siesta en su cama, pero no pude subirme al avión para ir a visitarlo. Me peleé con mi marido, pero no me subí. Me había agarrado un ahogo impresionante, me traspiré toda, casi me muero. Y no sabía que hay remedios para viajar tranquila.

Cuando el Betito se fue a jugar a Italia, la Chola me dijo que a ella una vez le habían dado una pastilla para viajar en barco a Uruguay, así que lo fui a ver al médico y me mandó un medicamento. Si no, no viajaba. Igual me tuve que armar de coraje, porque esas pastillas no son milagrosas, pero gracias a Dios me dormí enseguida y no me di cuenta de nada.

¡Ay, mire! Se me eriza la piel de solo acordarme. No sabe lo que es estar adentro de la cancha de Boca, con toda la hinchada cantando y tirando papelitos… y yo ahí adentro, con todas las cámaras enfocándome. No quiero parecer mala, pero más de una se murió de envidia. Y si se llegan a enterar de que ahora estoy yendo a una entrevista, se mueren.

¿Supo que jugó dos años en Turquía? Ay, qué país hermoso. Mire que a mí me gusta la Argentina, eh. Yo cada vez que pude me fui de viaje a una provincia distinta con mi marido y es hermoso todo lo que hay. Por ejemplo, cuando cumplimos veinte años de casados, el Betito nos regaló un viaje al Glaciar Perito Moreno. No sabe lo que es. Divino, la verdad. Pero Turquía es maravilloso, también. La comida no tanto; a mí me gustan más las cosas de acá, los guisos, las milanesas, pero el país es muy lindo. Igual, estuve cuatro días, nada más. Mi marido no fue por el trabajo ¿vio? Siguió con el taller mecánico hasta hace dos años que le salió la jubilación y ahora tiene dos muchachos que trabajan ahí, pero él igual va casi todos los días a ver cómo anda todo. Lo único que no me gustó de Turquía fueron las mujeres. ¡Qué chicas feas! Yo pensaba que eran más bonitas, más estilizadas, pero no; la mayoría eran muy feítas de cara.

Y allá se quebró un tobillo cuando estaba yendo a entrenar. Ya hacía como un año y medio que estaba jugando, pero no era titular en todos los partidos. Vio cómo son los turcos… ellos saben de muchas cosas, pero nada de fútbol. Lo llevaba un compañero uruguayo en el auto y chocaron con una camioneta. Nada grave, pero el Betito se fracturó un tobillo y estuvo un mes con yeso y otro más de rehabilitación. Yo no me había enterado de nada sobre el choque. Vio que acá en los diarios no sale nada de Turquía. Me avisó dos días después y yo me enojé porque me tendría que haber contado apenas pasó, pero después lo entendí. No me quiso preocupar. Es tan amoroso que pensó primero en mí.

Yo quería que se vuelva para acá así aprovechaba para tenerlo cerca, pero los tipos del club no lo dejaban venir. No entiendo por qué, todavía. Si después de que se curó, no le quisieron renovar el contrato y terminó volviendo a Patronato, que había descendido después de que él se fue, y volvió a salir campeón. No hizo tantos goles como antes, pero era el capitán y todos lo respetaban mucho. Muchísimo. Era un señor adentro de la cancha. Miré si lo habrá sido que ni problema tenía con los árbitros. El único problema de Patronato era que no le podía pagar el sueldo, pero el Betito vino a jugar igual por el amor que le tiene al club. Vio cómo son esas cosas… No es que no le pagaban, sino que lo hacía una empresa que puso la publicidad. Pero no era lo mismo que él estaba ganando.  

El Betito tenía decidido que apenas terminaba el campeonato, se retiraba. Estaba por cumplir los treinta y cinco años y se quería dedicar a sus cosas. Se había puesto un tambo en Galarza que andaba muy bien y quería dedicarse de lleno a eso. Pero un mes antes, lo llamó un tipo que le dijo que era de Boca y que estaban interesados en él. Yo no sabía nada, pero Boca estaba casi fundido. No tenían plata para nada y los jugadores se le iban porque no los podía mantener. Betito sí sabía, pero arregló que le pagaran lo mismo que estaba cobrando en Patronato y fue. Además, es hincha de Boca igual que el padre, así que se imagina ¿no? Una doble alegría en la familia.

Lo contrataron por dos campeonatos, nada más. Le quisieron hacer contrato por dos años, pero le pareció mucho, así que les dijo que no, que iba a jugar los dos torneos del año y terminaba. Nos íbamos a ir para Capital y mi marido iba a ir cada tanto a visitarnos, pero justo me descompuse ¿le conté que me internaron? Fue un pico de presión. No sabe qué susto. Me internaron casi dos semanas en febrero y el médico me prohibió viajar y hacer cualquier tipo de esfuerzo. Me dijo que tenía la presión por las nubes y el colesterol también; así que me puso a dieta. Y a mí que me gusta tanto comer. Me sacó todo: los salamines, las berenjenas en escabeche, las pizzas, las tortas fritas… le faltó sacarme el mate, nomás. Sufrí como una condenada, le digo.

El Betito me llamaba todos los días para ver cómo estaba y se quedaba hablando horas con el padre. Él no quería viajar a Buenos Aires para no dejarme sola, pero igual lo miraba por la tele. Vio que a Boca lo pasan siempre ¿no? Yo tampoco me perdía ni un solo partido. Era una lástima que no hubiera buenos jugadores, salvo el nene, que tenía que hacer de todo para que no pierdan por goleada. Terminaron casi últimos y Betito hizo apenas siete goles, una pizquita de lo que él puede hacer si juega en un equipo de medio pelo, por lo menos. Mi marido decía que Boca tenía que conseguir un buen arquero, un defensor y un cinco, porque ese Gresamino era un desastre y no marcaba nada y tampoco jugaba, porque si por lo menos pudiera dar dos pases bien, hubiese ayudado en algo. Pero ni eso.

Y en el otro campeonato les fue un poco mejor porque ya se conocían y jugaban con más ganas, además de que hay un promedio que no sé bien que hace y decían que estaba muy bajo. Así que tenían que ganar más partidos. Y al técnico se le ocurrió no ponerlo siempre al Beto. Lo dejaba en el banco y lo ponía en el segundo tiempo y siempre que entraba hacía los goles. Hizo como trece. Y mi marido decía que le convenía jugar así porque encontraba a los defensores cansados; y como el Betito es alto y grandote, se le hacía más fácil ganarle con fuerza. Cómo crecen los chicos, eh. Si me parece que fue hace un rato que lo llevaba de la mano a la escuela y ahora tengo que mirar para arriba si le quiero ver la cara. Ahora estoy esperando que me dé un nietito. Tiene una novia, pero no sé si es la chica ideal para él; no la conozco mucho pero por lo menos parece buena.

Al final, viajamos para ver el último partido. Se retiraba el nene y a mí no me importaba lo que decía el médico ni mi marido ni nada. Yo tenía que estar en el estadio y me fui sola para Buenos Aires, sin imaginarme que iba a terminar adentro de la cancha, fotografiada con el Betito minutos antes de que se terminara el partido.

Hace poco me compré una cámara de fotos nueva y no sabe las ganas que tengo de sacarme fotos con un nietito. Es lo único que le pido al Beto. Yo soy loca de las fotos familiares. Tengo como dieciséis cajas llenas de fotos. Y la foto que salió el domingo, en la que estamos el Betito y yo, va derecho a encuadrarse y se cuelga en el medio del comedor. Y si algún día lo veo al muchacho ese Gresamino o como se llame, le voy a agradecer muchísimo; porque si él lo hubiese defendido de la terrible patada que le pegaron al nene, yo no hubiese tenido que saltar la murallita para meterme a la cancha ni haberle encajado un carterazo al bestia que le pegó esa patada tan brutal. Y todavía estoy esperando las felicitaciones de mi marido: él siempre dice que a los habilidosos hay que defenderlos. Y si el habilidoso es el hijo de una madre como yo, le aseguro dos cosas: primero, que se acabarían los golpeadores; y segundo, que todas nosotras saldríamos en la tapa de los diarios.

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